Tenemos traducción para todo. Por ello, hasta el sólo tratar de describirlo como "infinito", queda muy distante; un tiro al precipicio. Tan complejo es armar los símbolos de una cultura como lo es tratar hacerlo en una persona. Peor aún, la persona cambia más rápido que la cultura. Por eso la cultura nunca termina de ensamblarse.
El nudo de entender a alguien -tal vez de amarlo- es apropiarse de prácticamente todo lo que "exhala"; tal vez te digan más su olor, las figuras que hace con las manos al hablar, los movimientos de sus hombros, el tic tac de su boca, lo imperceptible que truena en sus mejillas, lo que tarda en parpadear, los dedos que mantiene alzados mientras escribe. Pero también sus frases. Si te adueñas de sus frases, sin duda, es una buena compañía. Y si esa persona se adueña de las tuyas, entonces, sólo entonces, ya están platicando.
Puedo hablar de ella o de los demás lugares que he visitado. Alguna vez confieso evitaba el cine por que creía en mí una gran capacidad para inventar lugares. La marchité -o la alimenté- al hacerme más adicto al cine. Pero de ella, que tiene un lenguaje sobre, tan desnudo, arrugué todo, envolví las migajas de mi cabeza y sentí que tenía hambre. Repito con alegría sus enseñanzas, y me baño con ella, ceno con ella abriendo algunas de sus frases. Se las recuerdo para que sepa que ya está en mí. Pero creo que aún no se da cuenta de ello.
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